22.2.12

OOO. Graham Harman y su análisis del "útil" heideggeriano.




Graham Harman es uno de los teóricos que mejor “representan” el movimiento del realismo especulativo, cultivado y difundido principalmente en ámbitos anglosajones  y del que seguramente los interesados en el tema habrán escuchado. Hace tiempo, con la euforia inicial por haber descubierto un pensamiento “original y novedoso” emergiendo en la filosofía, Bruno de Boer me facilitó uno de sus libros titulado Towards Speculative Realism que leí sin poder evitar decepcionarme, y mucho. Y es que no era a cualquier derivado de la filosofía especulativa a la que me estaba enfrentado, sino a la simiente de la tan difundida OOO (Object-Oriented-Ontology, u ontología orientada a los objetos). 



Harman es un realista bastante peculiar, que no afirma la existencia de “estados de cosas”(a manera del positivismo) o de una “realidad difusa” que trasciende nuestras primeras percepciones, sino de objetos claramente definidos y definibles, es decir, con la posibilidad de mantener relaciones completamente accidentales que no afectarán su “unidad” o esencia como “uno”. El realismo de Harman es un realismo que se construye necesariamente en una separación efectiva entre el objeto y el sujeto, en el que el objeto puede existir como tal independientemente de quien lo percibe.

Harman postula un esencialismo de los objetos con tintes aristotélicos, a partir de un análisis extraño de los útiles de Heidegger. Pero en dicho análisis (que expondré en otra ocasión), Harman continuamente confunde los términos útil con ente, ser o cosa, utilizándolos indiscriminadamente para “argumentar” su teoría “realista” sobre los objetos.

Pero  para Heidegger un útil no es una cosa determinada como objeto. Es decir, si hay una diferencia entre el objeto y el útil (razón por la que hace el análisis del martillo como herramienta y no como objeto), es debido a que el objeto se aprecia desde un punto de vista teórico, que ya lleva implícita la separación sujeto-objeto propia de la Representación (véase La época de la imagen del mundo  o Ser y Tiempo), mientras que un útil es aprehendido directamente desde el mundo de la vida, un ente para en el que sujeto y objeto no están diferenciados, sino mutuamente incluidos y donde el ser en el mundo del sujeto está directamente implicado. El útil existe, y lo hace pragmáticamente como acontece o está siendo, pero de ello no se deduce que su existencia sea unívocamente determinable y determinada (en todo caso la univocidad es propia de la esencia, no es una categoría que se diga de la existencia como Harman intenta sugerir) y mucho menos independiente del sujeto que lo emplea.

La operación de Harman no sólo lleva al análisis de la herramienta de Heidegger a lugares de donde el mismo Heidegger querría huir, sino que trae de nuevo afirmaciones sumamente ingenuas, casi obsoletas desde la crítica a la Sustancia aristotélica y al realismo ingenuo por parte de la fenomenología, la hermenéutica, la crítica trascendental kantiana, el pragmatismo, etc., que no discutiré en esta ocasión.

En definitiva, sin desacreditar a todo Realismo posible (que los hay mucho más elaborados y sugerentes), los planteamientos diversificados de la OOO ostentan una sorprendente y casi increíble ingenuidad filosófica que sale a la luz desde la base. La lectura de dichos autores me ha servido como simple ejercicio intelectual, y sin duda como retrato del ambiguo panorama filosófico de nuestros días donde bien se puede ostentar una “teoría filosófica” basada en viejos clichés como algo supuestamente novedoso y revolucionario. 

8.2.12

Irreverencias filosóficas I: Espiritismo y espectralismo.


Cuando Heidegger dice que la filosofía se ha olvidado del ser y que es preciso preguntar de nuevo por él recurre, como bien sabemos, a la indagación sobre  las condiciones de posibilidad en las que es posible que éste pueda mostrarse o manifestarse. La tarea de la filosofía post-metafísica, de aquella que ha renunciado a preguntarse por los entes (puesto que los fenómenos que se dejan ver a simple vista y cuya investigación parece dirigirnos a la esencia del Ser son meros fuegos fatuos) será desvelar, des-encubrir y anunciar la rampante llegada, al desnudo, de aquella esencia fugitiva y esquiva, la esencia del mismísimo Ser desde el que la Filosofía ha emprendido su largo camino, errabundo, a través de los siglos.
No cualquiera puede articular esta Pregunta (con “p” mayúscula), pues Ella responde a un lenguaje dado necesariamente a un ser-en-el-mundo (un dasein que no es el hombre común y corriente, sino un tipo bastante singular de Filósofo) a partir de un largo y tortuoso camino del que Ser y Tiempo es tan sólo un fragmento. Este lenguaje determina en tanto punto de partida definitivo la búsqueda del Ser, a la vez que se convierte nada más y nada menos que en su verdadero habitáculo. Lo siento, pero me parece escuchar en la invocación heideggeriana por el Ser una genuina invocación espiritista. 
Pues en primer lugar el Ser tiene que ser convocado, porque él solo no se presenta ante nuestra sensibilidad o intelecto, sino exclusivamente tras una elaboración (siniestra) del lenguaje y del pensamiento, que lo contactan cual “entidad/espíritu/fantasma” del más allá, recitando, esta vez, una fórmula interrogativa, enunciativa y nominal concienzudamente depurada por aquél que reúne ciertas condiciones (en el espiritismo un médium, para Heidegger un dasein).
La entidad fantasmática encuentra precisamente su límite en el alma descarnada, que se mantiene idéntica aún podrida la carne. El espíritu se manifiesta, posee a su médium como el Ser posee al dasein que nunca puede dar cuenta de él más que provocándolo. El Ser-Fantasma se mantiene a la espera, al acecho de un canal (invocación o pregunta) por el cuál alcanzar el mundo desencantado y frío. Ambos son remanentes, espectros, por qué no, que han cobrado una suerte de hábito obseso y repetitivo, autómata, de presentarse fugazmente en este mundo y abandonarlo antes de que podamos afirmar con certeza su existencia.
Para mí, este tipo de ente fantasmático convocado mediante sesiones esotéricas, no representa (nunca mejor dicho) al espectro del que este blog toma su nombre. Este espectro no es una entidad sustancial (como lo pudiese ser el alma, el cuerpo, o cualquier objeto material o abstracto). Carece de esencia separada del flujo del que es testigo. El espectro se produce tras el movimiento diferencial, como rastro de una velocidad o aceleración que instaura un sin-tiempo, dándose en el límite de lo continuo y lo no-continuo al que no le corresponde momento o corte alguno.
Nunca antes la borrosidad del pliegue real-virtual se vio tan claramente reflejada como en el espectro, que juguetea entre los límites de cada lado plegado. Tangible e intengible a la vez, concreto y abstracto, percibido e inteligible, dato frágil y especulación segura. Ella es la gama espectral, el halo que se opone al paso de la luz que determina por completo un borde.
El espectro se produce en la superficie, se deja ver, no oculta nada, es rastro pero no velo. Es un efecto de vibraciones, no pre-existe, es decir, no tiene una identidad fija que haya que penetrar. Remite a un quiebre, efectúa un corte y es reflejo a su vez de otro corte catastrófico del que él es el único fenómeno. No implica ni ser ni no-Ser, nace, desde siempre liberado de toda Representación. Y es precisamente por esto por lo que no puede igualársele al espíritu. El espectro es una zona límite, una línea de quiebre que deja pasar a lo aberrante que nos acecha con su vacuidad (negror) impenetrable.


Este espectro no tiene como referencia "un Ser"; es la filosofía poseída (por al sed de Ser) la que lo ha sometido -y continúa sometiéndolo- a la representación del fantasma.

7.2.12

Metaespeculaciones I




Un problema no se limita a darse desde una pregunta, no es él sólo una pregunta, sino que la precede y puede sucederla, es decir, no muere necesariamente con una respuesta. El problema implica un plano pre y post-lingüìstico, que no depende de un sujeto (ya sea concreto o trascendente, dasein, ser-en-el-mundo, hombre, visionario o médium) sino de un agenciamiento colectivo (de enunciación), y es la filosofía la que permite articularlo mediante la colección, disposición y composición de los elementos de dicho problema. Su legado no es sólo la solución, incluso si ésta no llega lo importante es recuperar las herramientas que emergieron del proceso.

En cualquier caso, la pregunta puede presentarse como expresión de la composición del problema; la filosofía no empieza con la pregunta, sino con la proyección del problema. Es decir, no se limita al lenguaje ni comparte sus límites, sino que adquiere todas las dimensiones y complejidad de aquello que la inaugura. El "sujeto" de la filosofía no es un sujeto sustantivado, cerrado y completo, no es un hombre dueño de su conciencia y aislado del mundo, sino una multiplicidad que converge (en un punto de una serie limitada). La pregunta sólo es el reflejo de la elaboración del problema, pero no todos los problemas se elaboran mediante una pregunta. Es posible problemar desde la acción, la pasión, o la intuición. Pues problemar es virtualizar, y la virtualización implica una transgresión de lo real que no puede compararse con la simplicidad de lo posible. Lo posible es finito como el lenguaje, y las respuestas del lenguaje se manifiestan como opciones. Sin embargo, el problema tiende a desbordar las opciones para crear universos diferentes.

En cualquier caso lo que muere con las “Respuestas” (de la ciencia, la política, arte, técnica, etc), con la clarificación o limitación del Lenguaje y el descubrimiento mecánico de la Mente Humana, como dicen aquellos filósofos desencantados de sí mismos, no es la posibilidad de hacer filosofía, sino la facilidad para problematizar ciertas cosas. La filosofía podrá continuar mientras haya un mínimo de virtualización y una mínima creatividad para elaborar conceptos, pero podrá morir sin ese atrevimiento compositivo del problemar más allá de las soluciones que saturan nuestro mundo, si nos sometemos a todas esas absurdas facilidades que pueblan nuestros días.