7.2.12

Metaespeculaciones I




Un problema no se limita a darse desde una pregunta, no es él sólo una pregunta, sino que la precede y puede sucederla, es decir, no muere necesariamente con una respuesta. El problema implica un plano pre y post-lingüìstico, que no depende de un sujeto (ya sea concreto o trascendente, dasein, ser-en-el-mundo, hombre, visionario o médium) sino de un agenciamiento colectivo (de enunciación), y es la filosofía la que permite articularlo mediante la colección, disposición y composición de los elementos de dicho problema. Su legado no es sólo la solución, incluso si ésta no llega lo importante es recuperar las herramientas que emergieron del proceso.

En cualquier caso, la pregunta puede presentarse como expresión de la composición del problema; la filosofía no empieza con la pregunta, sino con la proyección del problema. Es decir, no se limita al lenguaje ni comparte sus límites, sino que adquiere todas las dimensiones y complejidad de aquello que la inaugura. El "sujeto" de la filosofía no es un sujeto sustantivado, cerrado y completo, no es un hombre dueño de su conciencia y aislado del mundo, sino una multiplicidad que converge (en un punto de una serie limitada). La pregunta sólo es el reflejo de la elaboración del problema, pero no todos los problemas se elaboran mediante una pregunta. Es posible problemar desde la acción, la pasión, o la intuición. Pues problemar es virtualizar, y la virtualización implica una transgresión de lo real que no puede compararse con la simplicidad de lo posible. Lo posible es finito como el lenguaje, y las respuestas del lenguaje se manifiestan como opciones. Sin embargo, el problema tiende a desbordar las opciones para crear universos diferentes.

En cualquier caso lo que muere con las “Respuestas” (de la ciencia, la política, arte, técnica, etc), con la clarificación o limitación del Lenguaje y el descubrimiento mecánico de la Mente Humana, como dicen aquellos filósofos desencantados de sí mismos, no es la posibilidad de hacer filosofía, sino la facilidad para problematizar ciertas cosas. La filosofía podrá continuar mientras haya un mínimo de virtualización y una mínima creatividad para elaborar conceptos, pero podrá morir sin ese atrevimiento compositivo del problemar más allá de las soluciones que saturan nuestro mundo, si nos sometemos a todas esas absurdas facilidades que pueblan nuestros días. 

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