Nos despedimos, de entrada, de la quimera del Único Tiempo. La desechamos porque ha caído por su propio peso, porque el mundo que ella describía y que pretendía configurar como plano fundamental se ha rebelado utilizando los propios términos que, bajo su abrigo, se hacían pasar por legítimos. Sin embargo el tiempo homogéneo, el Único, se queja. Afirma haber sido contaminado, vejado, de haber encontrado sus dominios invadidos por sospechas infundadas. Todavía lucha por restituirse como Verdadero, pretensión que se desvanece ante nuestras superficies menos receptivas, afortunadamente.
El Único Tiempo es hermano del Único Espacio. Ambos planos de referencia absoluta, sustancias finitas y bien separadas que ofrecen a los demás entes un suelo cerrado y seguro donde ubicarse y donde desplegarse. Hicieron de su hábitat La Naturalidad, se apresuraron a primarse sobre todo, afirmándose como originarios. Pero Tiempo y Espacio, en estado puro, son Vacío, y desde luego hubo aquellos que sospecharon, que negaron en ellos la razón de su existencia y, primando su materia, hicieron de ellos simples residuos. A fin de cuentas da lo mismo: estos residuos seguían siendo reconocidos como condición de posibilidad y único hogar posible. Las cualidades deseables del tiempo y espacio absolutos: superficies de referencialidad precisa, cuyos límites son bien determinables y absolutamente mesurables, Espacio-Geometría, Tiempo-Aritmética, y lo más importante: garantía de las ocurrencias de los hombres, de la loca razón que se cree poseedora de la realidad, de las divinas
leyes universales. De esta manera Tiempo-Espacio y hombre se vuelven cómplices.
Cronos, sin embargo, no está despojado de toda fuerza: se aferra profundamente entre las creencias del sentido común, de un consenso que necesita organizar y ser organizado, de masas que han de ser movidas para el trabajo, la diversión, la interacción y el progreso. Es por eso que Cronos siempre parece tirar hacia adelante, hacia un horizonte bien determinado: la mejora continua de la realidad, una evolución donde el hombre ha resultado el ser cuasi perfecto que sólo logrará su realización con el avance de las sociedades y la sincronización total de los individuos en pro de los ideales de La Humanidad: Orden, Progreso, Eficiencia, Productividad y una Felicidad acabada que puede y habrá de consumirse van íntimamente ligados con la cronometrización del devenir, con su segmentarización y con la selección tiránica de los cortes. Cronos es un Señor del Orden Planetario, otra quimera tan engañosa como su gobernante.
Hemos desenmascarado al farsante, pero ahora, sin un locus en el tiempo, perdidos entre fugacidades de encuentros, seguimos moviéndonos y siendo movidos. ¿Dónde cortar el vértigo, cómo saber en qué coordenadas precisas nos movemos? En la Esquizofrenia que se vuelve subversiva, esta pregunta ni siquiera llega a plantearse.
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